«Los Estragales«, viejo paraje natural de Pinto, donde las aguas de sus lagunas someras constituían un eslabón en la trama de la vida de la zona sur madrileña, han resurgido a la vida, tras largos años de ausencia.
Según los antiguos castellanos, conocedores como nadie del paisaje que les rodeaba, el término Estregal (o Estragal), hacía mención a zonas pantanosas intransitables debido a las surgencias artesianas de agus subterráneas. Y es que este paraje, así como otros cercanos, siempre ha sido un lugar de lagunas, lagunazos, charcas y balsas. Lugar donde, como siempre, la vida se desarrolla en todo su esplendor, manifestándose en multitud de formas, colores y comportamientos.
El «Charco del Ginés», las lagunas «Grande y Chica del Hacha», la laguna del «Mirador, las balsas del camino de Los Prados, las del camino de Pinto, acogen gran número y variedad de especies orníticas, que pasarán aquí el invierno, o que las eligirán para sacar adelante a sus polluelos, siempre frágiles.
Durante el último censo elaborado por las Asociaciones Aulaga de Pinto y Kruzadas de Parla, se pudo comprobar la riqueza natural de la zona, así como ciertos peligros que acechan a las aves y en general a la naturaleza del lugar.
Pudimos contabilizar hasta 8 especies de aves limícolas (archibebes, avefrías, chorlitos, etc.), 2 especies de ciconiformes(cigüeña blanca y garceta común), 4 especies de patos, 2 de gaviotas, también multitud de pájaros que ligan su vida a las masas de agua, hasta 15 especies por el momento.
Rodeados estos pequeños y valiosos oasis acuéticos por la estepa cerealista en la que entre trigales y cebadas, eriales, pastizales y pequeños cerros esteparios, se desarrolla la vida de la fauna y de la flora.
Estos paisajes en apariencia estériles, vacíos de vida, duros para su desarrollo, además de bellos, guardan en cada campo, en cada ribazo, en cada linde o terreno inculto, multitud de secretos que sólo el observador avezado y ansioso de conocimiento puede descifrar.
Fauna tan característica de estos paisajes como la liebre ibérica (Lepus granatesis), la perdiz roja (Alectoris rufa) la paloma doméstica (Columba livia domestica), conviven con otras aves, típicas representantes de las estepas ibéricas, como el sisón (Tetrax tetrax), el alcaraván (Burhinus oedicnemus), la ortega (Pterocles orientalis), el aguilucho cenizo (Circus pygargus) o la collalba rubia (Oenanthe hisponica), entre otras.
Pero, como ocurre a veces en la naturaleza, el paraíso natural, el oasis de vida, peligra por su más tenaz enemigo, el hombre. El trazado de la carretera M-60 atravesará, para desgracia de sus habitantes, este rincón de vida. Su trazado pondrá en peligro constantemente a la fauna, al ser víctimas pasivas de los automóviles. También acarreará la eliminación de parte importante de las lagunas, así como la parcelación de la estepa cerealista, lo que privará de valioso hábitat a la fauna y flora de la zona.
Es quizás este el mayor peligro que tendrá que soportar la vida, en este paraje, acosada ya por pesticidas, disparos y tendidos eléctricos.